martes, 28 de junio de 2016

LA ESQUELA DE OTTO

An old cowboy went riding out
one dark and windy day

Stan Jones

Hoy en el periódico aparecía su esquela. “Otto. Bad Saint. An old cowboy went riding out one dark and windy day”. Era un texto escueto, como era él. 

Nací en un pueblo al que ni llegaban las moscas en verano. Cuando tenía 7 años, en uno de los viajes que hacía mis padres llevando el trigo en la vieja camioneta a la destilería de la ciudad, un tráiler les embistió y murieron. Desde entonces, me busqué la vida.
   Pasé un día y medio entero caminando hasta llegar a la ciudad. Allí busqué a Tom, el dueño del taller donde mis padres llevaban la camioneta, y le pedí trabajar allí. Al principio, lo único que hacía era limpiar y ordenar las herramientas. Tres cuartas partes de lo que ganaba lo guardaba para poder comprarme la moto que soñaba. La Indian Chief que está aparcada en el callejón. El resto del dinero lo gastaba en comida barata y botellas de agua.
   Otto nos contaba esta historia una tarde de Otoño más cerca del Invierno mientras tomaba su Canadian Club sien hielo y en vaso old fashion. Como siempre.
   Cuando cumplí los dieciocho, tenía la misma cantidad de conocimientos de mecánica que dinero en la cartilla, así que el mismo día de mi cumpleaños fui a recoger a “May”.
   Otto llamaba así a su Indian Chief del 48.
   El primer viaje que hice fue a la tumba de mis padres. A mi madre la llevé un ramo de tulipanes amarillos y a mi padre, una botella de Canadian Club. Después, pasé la noche recorriendo la ciudad a lomos de “May”. Aquello tan aparentemente sencillo es lo que había estado soñando cada noche en el taller de Tom donde dormía. Desde el mismo día que planté allí mi culo y solo valía para limpiar la grasa.
   Un día Tom decidió hacerme jefe de mecánicos. Por aquel entonces tom tenía problemas de corazón y las fuerzas justas para llevar la contabilidad. A los pocos días murió de un infarto. Lo enterramos junto a su mujer y su hija. En cierto modo creo que yo fui un hijo para él. Quizá por eso dejó el taller a mi nombre.
   Con el tiempo fui transformando el taller en lo que verdaderamente me gustaba. Un taller dedicado solo a las motos, a la customización.
   Después, y tras muchos años y esfuerzos, fundamos los “Bad Saints M.C” y hasta ahora, que los chicos no dejan retirarme y por eso me han cosido en el chaleco este parche.
   En el parche se leía “Presidente de por vida”
   Apuró su Canadian Club y se despidió como siempre, muchachos, mañana más.

Hoy, la moto que no ruge es la de Otto. Hoy, rugen cientos de motos, motos roncas con lazos negros escoltando por la ciudad el féretro de Otto.

miércoles, 8 de junio de 2016

UNA CARTA DE MAC

En la pulpería de Lucita
paso las tardes enteras”
Bunbury
Muchacho,

Al igual que tú cuando decidiste dejar esta ciudad que te ama hasta ahogarte, he de decir que he tomado la mejor decisión de mi vida. Inlcuso mejor que cuando decidí vender el “Bananas” para ponerme al día con las cuentas.
   Reconozco que al principio no fue fácil. Deshacerme de la colección de cocteleras, de cucharas de bar, de algunos licores. Te confesaré, muchacho, que del único licor que no me deshice fue aquel licor de lagarto chino heredado de mi abuela. ¡Maldita sea! Fueron días verdaderamente jodidos.
   Pero todo eso pasó. Ahora he conocido a Lucita. Tiene una pulpería en una hermosa playa de por aquí que maneja con dulzura y paciencia. Domina como nadie la parrilla y es tremendamente hermosa. Aquí, en la pulpería, el tiempo se quedó a vivir allá por los 40 y Lucita lo mima y lo cuida. Ahora está frente al espejo arañado por lo años, peinándose y confieso que te escribo sin mirar el papel.
   ¿Sabes? Diseminados por la playa hay paradas hechas con cañas enormes de bambú donde sirven unos espectaculares zumos y al anochecer, cuando el sol parece que no se quiere marchar, sirven cócteles típicos de aquí. Coctelería tikki se llama. ¡Dios Santo muchacho! Eso es néctar para el paladar y un peligro para el corazón. Estoy convencido, que una noche de estas, con los labios alcoholizados y el corazón endulzado, le pediré a Lucita que se case conmigo. Mezclan con sabiduría rones y tequilas, zumos naturales y algunas preelaboraciones secretas, heredadas de Don The Beachcomber, que por si solas, son suficientes.
   En fin muchacho, llega esa hora de la tarde en la que Lucita y yo cerramos la pulpería y vamos a bañarnos a la playa.
   Espero que la vida que elegiste, siga tan maravillosa junto a tu mujer.
   ¡Salud!

P.D: Regalé el local del Balmoral a Carla. Sé que tarde o temprano, abrirá allí.
P.D 2: ¿Recogiste  la jukebox?

miércoles, 2 de diciembre de 2015

SCIAMMARELLA, Ilustrador.

Seguramente habréis visto sus ilustraciones en muchas revistas y periódicos nacionales. Y esto, también es diseño. Por eso cabe en esta sección de mi afición al diseño.

jueves, 15 de octubre de 2015

LAS RUINAS DEL BALMORAL

And we said until we died we'd always be blood brothers
Springsteen, Blood Brothers

Hace tiempo que ya no frecuento el Balmoral. La vida me ha deparado otros caminos, otros viajes. Cosas mejores. Aún recibo noticias y cartas de los muchachos.
   Carla, la barmade, por fin se casó con Daniela. Dejó de viajar por las mejores coctelerías del mundo y ahora viven en un ático blanco y luminoso en el centro de la ciudad. Su mujer se dedica al mundo de la moda y ella regenta un local chic en la zona pija. Su perro, un San Bernardo llamado Jagger, me cuentan que ya está mayor, pero que sigue adorando los domingos por la mañana cuando en el tocadiscos rockean los Rolling.
   Mac me mandó una carta en la que adjuntaba una foto de una camisa hawaiana, la típica azul con flores blancas. Me contó que pensaba cerrar el Balmoral, retirar sus ahorros y su fondo de pensiones del banco y marcharse a una isla perdida del Caribe o por ahí. “Joder, muchacho, llevo toda la vida entre botellas y vasos, y esta maldita camisa blanca de barman ya no me favorece”. Me dijo que la jukebox era toda mía, que las llaves estaban debajo del adoquín de siempre en el callejón de siempre. Cuando quisiera, podía pasar a por ella. Lo cierto es que no me imagino a Mac en una tumbona en una de esas playas a las que se ha ido, me lo imagino detrás de un chiringuito hecho de cañas sirviendo cócteles tikki y afrodisíacos. Algún día de estos pasaré a por la jukebox.
   Al, ha sido padre. Ahora, cuando sale de trabajar, se dedica a enseñarle a su hija buena música. Queen, Sabina, Springsteen, Ruibal y por ahí seguido, aunque la niña es aún demasiado pequeña. Aunque quizá sea la edad perfecta para ir enseñándola el buen gusto. Creo que Al pasó a recoger la mesa de billar del almacén y las cinco cajas de cervezas “sin” que aún le quedaban a Mac.
   Lo cierto es que la vida nos ha deparado a todos cosas mejores. Del que nunca volvimos a saber nada fue de Jonás.
   Si, cuando vaya a por la jukebox, aun está nuestra foto colgada, la cogeré.

Quedan historias en el tintero, personajes, cócteles y confesiones. Pero ahora, lo que queda son las ruinas de Balmoral. 

martes, 13 de octubre de 2015

LA CASA FARNSWORTH (Mies van der Rohe)

Less is more
Ludwing Mier van der Rohe

O de como la sencillez puede ser extremadamente bella.















Dos estructuras rectangulares a diferentes niveles. Mármol de travertino, acero y vidrio por fuera. Madera en una mole interior donde se alojan los baños y se distribuyen las estancias. Todo ello sin perturbar el paisaje.
   Construida entre 1946 y 1950 por el arquitecto Mies van der Rohe por encargo de Edith Farnsworth, la casa se sitúa a orillas del río Fox, en Illinois (EE.UU), motivo por el cual, el arquitecto elevó la planta del edificio, situándola a la altura necesaria para salvar los desbordamientos anuales del río, aunque a lo largo de su historia, el agua ha llegado a sobrepasar el límite y entrar a la estancia.
   Es una casa de una sola planta. Observándola, se aprecia que apenas perturba el paisaje, el entorno o el silencio. Líneas rectas, transparencias, interacción con el entorno y sensación de ligereza. Todo ello proporcionado por el buen uso de los materiales y un buen estudio del paisaje, utilizando los árboles como marco para dicha construcción.
   A algunos les recordará a la más famosa "Casa del acantilado" de Lloyd Wright, pero en este ejemplo, la filosofía de Mies van der Rohe, se materializa y se vuelve verdad. Menos es más.