jueves, 15 de octubre de 2015

LAS RUINAS DEL BALMORAL

And we said until we died we'd always be blood brothers
Springsteen, Blood Brothers

Hace tiempo que ya no frecuento el Balmoral. La vida me ha deparado otros caminos, otros viajes. Cosas mejores. Aún recibo noticias y cartas de los muchachos.
   Carla, la barmade, por fin se casó con Daniela. Dejó de viajar por las mejores coctelerías del mundo y ahora viven en un ático blanco y luminoso en el centro de la ciudad. Su mujer se dedica al mundo de la moda y ella regenta un local chic en la zona pija. Su perro, un San Bernardo llamado Jagger, me cuentan que ya está mayor, pero que sigue adorando los domingos por la mañana cuando en el tocadiscos rockean los Rolling.
   Mac me mandó una carta en la que adjuntaba una foto de una camisa hawaiana, la típica azul con flores blancas. Me contó que pensaba cerrar el Balmoral, retirar sus ahorros y su fondo de pensiones del banco y marcharse a una isla perdida del Caribe o por ahí. “Joder, muchacho, llevo toda la vida entre botellas y vasos, y esta maldita camisa blanca de barman ya no me favorece”. Me dijo que la jukebox era toda mía, que las llaves estaban debajo del adoquín de siempre en el callejón de siempre. Cuando quisiera, podía pasar a por ella. Lo cierto es que no me imagino a Mac en una tumbona en una de esas playas a las que se ha ido, me lo imagino detrás de un chiringuito hecho de cañas sirviendo cócteles tikki y afrodisíacos. Algún día de estos pasaré a por la jukebox.
   Al, ha sido padre. Ahora, cuando sale de trabajar, se dedica a enseñarle a su hija buena música. Queen, Sabina, Springsteen, Ruibal y por ahí seguido, aunque la niña es aún demasiado pequeña. Aunque quizá sea la edad perfecta para ir enseñándola el buen gusto. Creo que Al pasó a recoger la mesa de billar del almacén y las cinco cajas de cervezas “sin” que aún le quedaban a Mac.
   Lo cierto es que la vida nos ha deparado a todos cosas mejores. Del que nunca volvimos a saber nada fue de Jonás.
   Si, cuando vaya a por la jukebox, aun está nuestra foto colgada, la cogeré.

Quedan historias en el tintero, personajes, cócteles y confesiones. Pero ahora, lo que queda son las ruinas de Balmoral. 

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