Mi generación, (soy del 88), tengo la sensación de
que la mayoría añoraba una guerra civil, algo por lo que luchar, algo con lo
que identificarse, y así lo hacían, unos identificándose con otros y otros
haciendo lo mismo con unos.
Esto nos llevó a olvidarnos de luchar
por nuestro tiempo, por lo que nos afectaba verdaderamente. No aprendimos bien
la lección de nuestros abuelos o bisabuelos. Lo que nos querían decir es que
luchásemos por nuestro tiempo, no por su memoria. Las heridas, las cura uno
mismo, no necesitan legión que las cure. Las heridas se quedan en cicatrices, y
esas nadie las borra ni las honra. Mi abuelo me contó que en su pueblo, los republicanos
mataron a sangre fría, en la plaza del pueblo a todos los frailes y monjas que
allí había, al principio de la guerra, y el solo era un niño. Poco me contaba
de la guerra, prefería contarme cómo vivió la transición, al igual que hace mi
padre recordándome, en algunas charlas de sobremesa y vino como fueron sus
primeras elecciones, como vivió el golpe de estado y por ahí. Al contrario que
su abuelo, mi bisabuelo, que supimos que lucho en Teruel muchos años después de
la guerra porque lo vimos en un documental de la tele. Él nunca contaba nada,
nunca guardó ningún papel, ninguna foto, nada. Sólo sé que después de la guerra, en el pueblo, la Guardia Civil le hacían la vida imposible. Quizá esa fuese la mejor manera
de borrar cicatrices, o de vivir con ellas, porque nadie hubiera sido capaz de
honrar ni de curar esa cruel cicatriz de la guerra, la posguerra y la
dictadura. Y esto último es lo que mi generación no supo, o no quiso ver. O tal
vez, les diese morbo creerse abanderados de un tiempo pasado. (En el fondo creo
que nunca supieron verdaderamente lo que es una guerra, y eso que mi generación
nos criamos con la guerra de Bosnia, y siguientes)
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