An old
cowboy went riding out
one dark and windy day
Stan Jones
one dark and windy day
Stan Jones
Hoy en el periódico aparecía su
esquela. “Otto.
Bad Saint. An old cowboy went riding out one dark and windy day”. Era un texto escueto, como era él.
Nací en un pueblo al que ni llegaban las moscas en verano. Cuando tenía 7 años, en uno de los viajes que hacía mis padres llevando el trigo en la vieja camioneta a la destilería de la ciudad, un tráiler les embistió y murieron. Desde entonces, me busqué la vida.
Pasé un día y medio entero caminando hasta llegar a la ciudad. Allí busqué a Tom, el dueño del taller donde mis padres llevaban la camioneta, y le pedí trabajar allí. Al principio, lo único que hacía era limpiar y ordenar las herramientas. Tres cuartas partes de lo que ganaba lo guardaba para poder comprarme la moto que soñaba. La Indian Chief que está aparcada en el callejón. El resto del dinero lo gastaba en comida barata y botellas de agua.
Otto nos contaba esta historia una tarde de Otoño más cerca del Invierno mientras tomaba su Canadian Club sien hielo y en vaso old fashion. Como siempre.
Cuando cumplí los dieciocho, tenía la misma cantidad de conocimientos de mecánica que dinero en la cartilla, así que el mismo día de mi cumpleaños fui a recoger a “May”.
Otto llamaba así a su Indian Chief del 48.
El primer viaje que hice fue a la tumba de mis padres. A mi madre la llevé un ramo de tulipanes amarillos y a mi padre, una botella de Canadian Club. Después, pasé la noche recorriendo la ciudad a lomos de “May”. Aquello tan aparentemente sencillo es lo que había estado soñando cada noche en el taller de Tom donde dormía. Desde el mismo día que planté allí mi culo y solo valía para limpiar la grasa.
Un día Tom decidió hacerme jefe de mecánicos. Por aquel entonces tom tenía problemas de corazón y las fuerzas justas para llevar la contabilidad. A los pocos días murió de un infarto. Lo enterramos junto a su mujer y su hija. En cierto modo creo que yo fui un hijo para él. Quizá por eso dejó el taller a mi nombre.
Con el tiempo fui transformando el taller en lo que verdaderamente me gustaba. Un taller dedicado solo a las motos, a la customización.
Después, y tras muchos años y esfuerzos, fundamos los “Bad Saints M.C” y hasta ahora, que los chicos no dejan retirarme y por eso me han cosido en el chaleco este parche.
En el parche se leía “Presidente de por vida”
Apuró su Canadian Club y se despidió como siempre, muchachos, mañana más.
Nací en un pueblo al que ni llegaban las moscas en verano. Cuando tenía 7 años, en uno de los viajes que hacía mis padres llevando el trigo en la vieja camioneta a la destilería de la ciudad, un tráiler les embistió y murieron. Desde entonces, me busqué la vida.
Pasé un día y medio entero caminando hasta llegar a la ciudad. Allí busqué a Tom, el dueño del taller donde mis padres llevaban la camioneta, y le pedí trabajar allí. Al principio, lo único que hacía era limpiar y ordenar las herramientas. Tres cuartas partes de lo que ganaba lo guardaba para poder comprarme la moto que soñaba. La Indian Chief que está aparcada en el callejón. El resto del dinero lo gastaba en comida barata y botellas de agua.
Otto nos contaba esta historia una tarde de Otoño más cerca del Invierno mientras tomaba su Canadian Club sien hielo y en vaso old fashion. Como siempre.
Cuando cumplí los dieciocho, tenía la misma cantidad de conocimientos de mecánica que dinero en la cartilla, así que el mismo día de mi cumpleaños fui a recoger a “May”.
Otto llamaba así a su Indian Chief del 48.
El primer viaje que hice fue a la tumba de mis padres. A mi madre la llevé un ramo de tulipanes amarillos y a mi padre, una botella de Canadian Club. Después, pasé la noche recorriendo la ciudad a lomos de “May”. Aquello tan aparentemente sencillo es lo que había estado soñando cada noche en el taller de Tom donde dormía. Desde el mismo día que planté allí mi culo y solo valía para limpiar la grasa.
Un día Tom decidió hacerme jefe de mecánicos. Por aquel entonces tom tenía problemas de corazón y las fuerzas justas para llevar la contabilidad. A los pocos días murió de un infarto. Lo enterramos junto a su mujer y su hija. En cierto modo creo que yo fui un hijo para él. Quizá por eso dejó el taller a mi nombre.
Con el tiempo fui transformando el taller en lo que verdaderamente me gustaba. Un taller dedicado solo a las motos, a la customización.
Después, y tras muchos años y esfuerzos, fundamos los “Bad Saints M.C” y hasta ahora, que los chicos no dejan retirarme y por eso me han cosido en el chaleco este parche.
En el parche se leía “Presidente de por vida”
Apuró su Canadian Club y se despidió como siempre, muchachos, mañana más.
Hoy, la moto que no ruge es la de
Otto. Hoy, rugen cientos de motos, motos roncas con lazos negros escoltando por
la ciudad el féretro de Otto.