viernes, 2 de septiembre de 2016
martes, 28 de junio de 2016
LA ESQUELA DE OTTO
An old
cowboy went riding out
one dark and windy day
Stan Jones
one dark and windy day
Stan Jones
Hoy en el periódico aparecía su
esquela. “Otto.
Bad Saint. An old cowboy went riding out one dark and windy day”. Era un texto escueto, como era él.
Nací en un pueblo al que ni llegaban las moscas en verano. Cuando tenía 7 años, en uno de los viajes que hacía mis padres llevando el trigo en la vieja camioneta a la destilería de la ciudad, un tráiler les embistió y murieron. Desde entonces, me busqué la vida.
Pasé un día y medio entero caminando hasta llegar a la ciudad. Allí busqué a Tom, el dueño del taller donde mis padres llevaban la camioneta, y le pedí trabajar allí. Al principio, lo único que hacía era limpiar y ordenar las herramientas. Tres cuartas partes de lo que ganaba lo guardaba para poder comprarme la moto que soñaba. La Indian Chief que está aparcada en el callejón. El resto del dinero lo gastaba en comida barata y botellas de agua.
Otto nos contaba esta historia una tarde de Otoño más cerca del Invierno mientras tomaba su Canadian Club sien hielo y en vaso old fashion. Como siempre.
Cuando cumplí los dieciocho, tenía la misma cantidad de conocimientos de mecánica que dinero en la cartilla, así que el mismo día de mi cumpleaños fui a recoger a “May”.
Otto llamaba así a su Indian Chief del 48.
El primer viaje que hice fue a la tumba de mis padres. A mi madre la llevé un ramo de tulipanes amarillos y a mi padre, una botella de Canadian Club. Después, pasé la noche recorriendo la ciudad a lomos de “May”. Aquello tan aparentemente sencillo es lo que había estado soñando cada noche en el taller de Tom donde dormía. Desde el mismo día que planté allí mi culo y solo valía para limpiar la grasa.
Un día Tom decidió hacerme jefe de mecánicos. Por aquel entonces tom tenía problemas de corazón y las fuerzas justas para llevar la contabilidad. A los pocos días murió de un infarto. Lo enterramos junto a su mujer y su hija. En cierto modo creo que yo fui un hijo para él. Quizá por eso dejó el taller a mi nombre.
Con el tiempo fui transformando el taller en lo que verdaderamente me gustaba. Un taller dedicado solo a las motos, a la customización.
Después, y tras muchos años y esfuerzos, fundamos los “Bad Saints M.C” y hasta ahora, que los chicos no dejan retirarme y por eso me han cosido en el chaleco este parche.
En el parche se leía “Presidente de por vida”
Apuró su Canadian Club y se despidió como siempre, muchachos, mañana más.
Nací en un pueblo al que ni llegaban las moscas en verano. Cuando tenía 7 años, en uno de los viajes que hacía mis padres llevando el trigo en la vieja camioneta a la destilería de la ciudad, un tráiler les embistió y murieron. Desde entonces, me busqué la vida.
Pasé un día y medio entero caminando hasta llegar a la ciudad. Allí busqué a Tom, el dueño del taller donde mis padres llevaban la camioneta, y le pedí trabajar allí. Al principio, lo único que hacía era limpiar y ordenar las herramientas. Tres cuartas partes de lo que ganaba lo guardaba para poder comprarme la moto que soñaba. La Indian Chief que está aparcada en el callejón. El resto del dinero lo gastaba en comida barata y botellas de agua.
Otto nos contaba esta historia una tarde de Otoño más cerca del Invierno mientras tomaba su Canadian Club sien hielo y en vaso old fashion. Como siempre.
Cuando cumplí los dieciocho, tenía la misma cantidad de conocimientos de mecánica que dinero en la cartilla, así que el mismo día de mi cumpleaños fui a recoger a “May”.
Otto llamaba así a su Indian Chief del 48.
El primer viaje que hice fue a la tumba de mis padres. A mi madre la llevé un ramo de tulipanes amarillos y a mi padre, una botella de Canadian Club. Después, pasé la noche recorriendo la ciudad a lomos de “May”. Aquello tan aparentemente sencillo es lo que había estado soñando cada noche en el taller de Tom donde dormía. Desde el mismo día que planté allí mi culo y solo valía para limpiar la grasa.
Un día Tom decidió hacerme jefe de mecánicos. Por aquel entonces tom tenía problemas de corazón y las fuerzas justas para llevar la contabilidad. A los pocos días murió de un infarto. Lo enterramos junto a su mujer y su hija. En cierto modo creo que yo fui un hijo para él. Quizá por eso dejó el taller a mi nombre.
Con el tiempo fui transformando el taller en lo que verdaderamente me gustaba. Un taller dedicado solo a las motos, a la customización.
Después, y tras muchos años y esfuerzos, fundamos los “Bad Saints M.C” y hasta ahora, que los chicos no dejan retirarme y por eso me han cosido en el chaleco este parche.
En el parche se leía “Presidente de por vida”
Apuró su Canadian Club y se despidió como siempre, muchachos, mañana más.
Hoy, la moto que no ruge es la de
Otto. Hoy, rugen cientos de motos, motos roncas con lazos negros escoltando por
la ciudad el féretro de Otto.
miércoles, 8 de junio de 2016
UNA CARTA DE MAC
“En la pulpería de Lucita
paso las tardes enteras”
Bunbury
paso las tardes enteras”
Bunbury
Muchacho,
Al igual que tú cuando decidiste dejar esta ciudad
que te ama hasta ahogarte, he de decir que he tomado la mejor decisión de mi
vida. Inlcuso mejor que cuando decidí vender el “Bananas” para ponerme al día
con las cuentas.
Reconozco que al principio no fue fácil. Deshacerme de la colección de cocteleras, de cucharas de bar, de algunos licores. Te confesaré, muchacho, que del único licor que no me deshice fue aquel licor de lagarto chino heredado de mi abuela. ¡Maldita sea! Fueron días verdaderamente jodidos.
Pero todo eso pasó. Ahora he conocido a Lucita. Tiene una pulpería en una hermosa playa de por aquí que maneja con dulzura y paciencia. Domina como nadie la parrilla y es tremendamente hermosa. Aquí, en la pulpería, el tiempo se quedó a vivir allá por los 40 y Lucita lo mima y lo cuida. Ahora está frente al espejo arañado por lo años, peinándose y confieso que te escribo sin mirar el papel.
¿Sabes? Diseminados por la playa hay paradas hechas con cañas enormes de bambú donde sirven unos espectaculares zumos y al anochecer, cuando el sol parece que no se quiere marchar, sirven cócteles típicos de aquí. Coctelería tikki se llama. ¡Dios Santo muchacho! Eso es néctar para el paladar y un peligro para el corazón. Estoy convencido, que una noche de estas, con los labios alcoholizados y el corazón endulzado, le pediré a Lucita que se case conmigo. Mezclan con sabiduría rones y tequilas, zumos naturales y algunas preelaboraciones secretas, heredadas de Don The Beachcomber, que por si solas, son suficientes.
En fin muchacho, llega esa hora de la tarde en la que Lucita y yo cerramos la pulpería y vamos a bañarnos a la playa.
Espero que la vida que elegiste, siga tan maravillosa junto a tu mujer.
¡Salud!
P.D: Regalé el local del Balmoral a Carla. Sé que tarde o temprano, abrirá allí.
P.D 2: ¿Recogiste la jukebox?
Reconozco que al principio no fue fácil. Deshacerme de la colección de cocteleras, de cucharas de bar, de algunos licores. Te confesaré, muchacho, que del único licor que no me deshice fue aquel licor de lagarto chino heredado de mi abuela. ¡Maldita sea! Fueron días verdaderamente jodidos.
Pero todo eso pasó. Ahora he conocido a Lucita. Tiene una pulpería en una hermosa playa de por aquí que maneja con dulzura y paciencia. Domina como nadie la parrilla y es tremendamente hermosa. Aquí, en la pulpería, el tiempo se quedó a vivir allá por los 40 y Lucita lo mima y lo cuida. Ahora está frente al espejo arañado por lo años, peinándose y confieso que te escribo sin mirar el papel.
¿Sabes? Diseminados por la playa hay paradas hechas con cañas enormes de bambú donde sirven unos espectaculares zumos y al anochecer, cuando el sol parece que no se quiere marchar, sirven cócteles típicos de aquí. Coctelería tikki se llama. ¡Dios Santo muchacho! Eso es néctar para el paladar y un peligro para el corazón. Estoy convencido, que una noche de estas, con los labios alcoholizados y el corazón endulzado, le pediré a Lucita que se case conmigo. Mezclan con sabiduría rones y tequilas, zumos naturales y algunas preelaboraciones secretas, heredadas de Don The Beachcomber, que por si solas, son suficientes.
En fin muchacho, llega esa hora de la tarde en la que Lucita y yo cerramos la pulpería y vamos a bañarnos a la playa.
Espero que la vida que elegiste, siga tan maravillosa junto a tu mujer.
¡Salud!
P.D: Regalé el local del Balmoral a Carla. Sé que tarde o temprano, abrirá allí.
P.D 2: ¿Recogiste la jukebox?
jueves, 4 de febrero de 2016
VERSIONES IMPOSIBLES #9 TE QUIERO de ELEFANTES CON SANTI BALMES Y SIDONIE
Para Alba
Un gran homenaje a Perales.
Un gran homenaje a Perales.
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