viernes, 28 de noviembre de 2014

ELOGIO DEL BOCATA

O de cómo algo tan simple, sencillo y al alcance de todos tiene su ritual y puede convertirse en un verdadero manjar.

  Mi afición y gusto por los bocatas viene de pequeño, de cuando veía a mi padre en aquellas noches de pan, fiambre, tabla y cuchillo prepararse un enorme bocadillo para cenar.
   Entre esos dos panes, mi padre alojaba chicharrones, chorizo, mortadela con aceitunas, jamón, chorizo patatero (del que nos trae la abuela del pueblo), tocino de beta y por ahí seguido. Luego, le daba el broche final con un chorrito de aceite de oliva y al hincarle el diente, te dabas cuenta, por como crujía el pan, de que aquello, no solo era un simple bocadillo, era algo más, era lo simple de una barra de pan y algo de fiambre elevado a un auténtico manjar, elevado a la definición exacta de bocata.
   Y es que el bocata es un arte. No se trata simplemente de abrir un pan cualquiera, plantar sobre una de las rebanadas cualquier ingrediente, cerrarlo y a comer. No. Hacer un bocata es algo más. Es elegir un buen pan y tostarlo un poquito, para deleitar nuestros oídos a la hora del mordisco. Hacer un bocata es elegir unos buenos ingredientes, como fiambre, salchichón, jamón, salami, que no necesitan ningún tipo de preparación, o algo de carne, como ternera, cerdo, pollo, pavo, y saber darle en la sartén o en el horno el punto perfecto. Luego, no sirve de nada sacarlo de la sartén y plantarlo en una de las rebanadas del pan, poner la otra encima y morderlo. No. El ingrediente, si es alguna carne, hay que partirlo, aligerar su volumen para facilitarnos el mordisco, que no tengamos que andar desgarrando el pedazo de carne con nuestros dientes. Pero un bocata, un bocata es un mundo de posibilidades, es un universo pequeño donde mezclar sabores, y entre esos sabores, o ingredientes de un buen bocata, no puede faltar el de una salsa, de tomate, de mostaza, mahonesa, una vinagreta de pepinillos… yo que sé, lo que se os ocurra. Pero como vengo diciendo durante todo el texto, el bocata es un arte, o quizá sea una arquitectura, pues cada uno de los elemento que lo componen deben estar bien ensamblados entre sí, y el contenido, no puede nunca salirse del continente, el pan, ni la salsa ensuciarte los dedos, y si chorrea, que chorree por el culo del bocata, a la mesa o al plato.
   Un buen bocata debe poder cogerse y soltarse las veces que se quiera para poder echar un trago a esa cerveza que marida estupendamente con nuestro bocata, o al refresco de cola, o de naranja, al vaso de agua o por qué no, al vino o al champán.
   En fin, excepto David de Jorge, los cocineros se olvidan del bocata, del bocata de verdad, sin gilipolleces, y es una lástima. Igual que es una lástima no encontrar un lugar donde te preparen un buen bocata, un bocata de verdad, con buenos ingredientes, un bocata único para cada persona, con el tiempo que ello lleva y su ritual.
   Aquí rompo una lanza a favor del bocata, del Bocata con mayúscula y os digo que un día presentaré mi Bocata de mar.

P.D:
Recuerdo que mi padre me dijo una vez que se comió un Bocata de lentejas. 

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