viernes, 29 de mayo de 2015

Y AHORA DIME, MUCHACHO, ¿QUIERES SEGUIR SIENDO BOXEADOR?

Si te encierras en las cuerdas estás perdido muchacho. Tú no eres Muhammad Ali. Lo único que a lo mejor te puede compara a él, es que dos semanas antes de cada combate, tendrás que guardar tanta testosterona, que no podrás follar con tu novia, ni siquiera masturbarte. Por lo demás, estás muerto muchacho. Recorrerás el túnel que va desde el vestuario al pabellón y no serás consciente. Cuando bajes las escaleras del pabellón, a medida que te acerques al cuadrilátero, la gente se reirá de ti, ¿qué esperas? eres el espectáculo de esa noche, pero tú, seguirás sin darte cuenta. Te sentarás en tu esquina, mirarás la lona como algo extrañamente familiar, te quitarán esa bata que fue un regalo de tu madre, te apretarán bien los guantes, te llenarán de vaselina la cara, mientras tu contrincante aparece vitoreado por el público, pero , qué más da, tu todavía no eres consciente ni de que te han puesto el protector bucal. El árbitro del combate os llamará a los dos al centro del ring. Será la primera vez que mires a tu enemigo a los ojos, y por un segundo desearás no estar ahí, ni siquiera haber nacido. Tendrás más miedo que cuando te encerraban a oscuras, cuando eras niño, en la habitación. Sonará la campana del primer asalto, y toda esa testosterona que tenías guardada, recorrerá todo tu cuerpo como un relámpago, y antes de que la última gota llegue a la uña pequeña de tu pie, tu contrincante te habrá dejado ciego del ojo izquierdo, mareado, con un hilillo de sangre corriendo hasta el cuello. Ya no estrás tan ligero como al principio, tus piernas serán dos tubos de plomo macizo, incapaz de moverlas, y el público empezará a girar en torno a ti como una noria. Y lo peor de todo, es que no hemos llegado al primer minuto del primer asalto. Pero tranquilo muchacho, es tu debut, y quizá, tu último combate. Si los milagros existieran, hijo, esquivarías un derechazo directo al rostro, y con la izquierda golpearías su costado, para, a continuación noquearle con la derecha en el mismo lugar donde el te dejó ciego. Pero esto no será así, porque los putos milagros en el boxeo, no existen. Así, que te golpeará duro con la izquierda en el costado que te dejará sin aire, y hará que te pesen tanto los brazos, que no serás capaz de mantenerlos en guardia, cubriendo tu rostro, donde recibirás un gancho de derechas, justo por debajo de la mandíbula, que ni si quiera has sido capaz de ver por ese ojo ciego. Y mirarás al cielo, como suplicando uno de esos putos milagros que aquí no existen, pero tienes que saber que la cabeza tiene un límite, un tope, después, el cuerpo entero la acompaña, empezando por esos hombros que machacas en exceso, muchacho, y acabando por esa uña vacía de testosterona, y acabarás tendido en la lona como un puñetero saco de patatas. Una nueva victoria por K.O para tu contrincante. La primera derrota, de muchas, para ti. Te sacarán a hombros del cuadrilátero, y tú solo tendrás una duda en la cabeza, ¿volveré o no? Estarás dos semanas o más, sin poder mover un dedo, tu nariz será como una tortuga, al tocarla desparecerá dentro de tu calavera porque no tendrás ni hueso. Tu cuerpo, tal vez, nunca se acostumbre a tantos golpes, ni tu moral a tantas derrotas. Y ahora, muchacho, ¿quieres seguir siendo boxeador?